4 años en Twitter. De la ilusión al aburrimiento

imagen post

Ayer tuve uno de esos días de “paseo” por cuentas de Twitter. Sí, a veces me da por hacerlo. Estuve leyendo tuits, mirando cuantos seguidores tenían, si tuiteaban mucho o poco, cuanto hace que están en Twiter, etc.

Al hilo de cuanto tiempo hace que están en Twitter, me vino a la cabeza la idea de escribir este post. Justo este mes se cumplen 4 años desde que creé mi cuenta en la red social del microblogging. Creo que es un buen momento para hacer un pequeño repaso a mi andadura por el patio del pájaro azul.

Los inicios

Creo que fueron un poco como los de todo el mundo. Pasé algún tiempo intentando entender cómo funcionaba e intentaba ser un poco yo mismo. Por aquel entonces, me fijaba en la gente que pasaba los mil seguidores. Me decía a mi mismo: “¡Jo, eso debe ser la leche! Un montón de gente pendiente de lo que tienes que decir“. Cuando alguien me empezaba a seguir, sentía una emoción enorme. Empezaba a sentirme importante para los demás, ¡oiga!

Un año después

Ahí seguía, tuiteando… Pero de otra forma. Empecé a pertenecer a “prestigiosos grupos” de esos de darse los buenos días, compartir caricias digitales o decirnos lo buenos que eramos. Debo reconocer que me creí lo de aportar valor y construcción de marca y me puse manos a la obra. Mi perfil empezó a ser menos yo y más uno de esos de los que encontramos centenares… O miles. Mi cuenta empezó a crecer como la espuma (y sin pagar, ¡eh!). También ayudó a mi personal branding un pequeño video de presentación de quien era en Youtube y los posts de mi blog.

Verano de 2013

Sí, recuerdo ese verano especialmente. Fue el verano en que influencers de Twitter pasaron a ser mis “amigos” en lo digital. Ese año había escrito un par de posts de bastante éxito (entendiendo ese éxito en base a las visitas de mi blog): Mis estúpidos 10 mandamientos en Twitter y Hoy por ti y mañana por ti. También ayudó a hacer crecer mi reputación la invitación de Xavi Gassó a publicar en Phusions, un blog de esos que molan (y donde, por cierto, hace tiempo que no me dejo caer). Ese verano alcancé los 1.000 seguidores. ¡Madre mía! No me lo podía creer. Hasta escribí un post de la emoción que me entró.

¿Qué me pasa?

Sin acabar de entenderlo y coincidiendo con la entrada de 2014, tuve un bajón. Empezó a parecerme que Twitter molaba bastante menos. Empecé a tener la sensación de que hemos construido (cada uno su parte) una comunidad en la que todos hablamos mucho y escuchamos poco. Empecé a cuestionarme las cuentas a las que seguía. Si quería ver los mismos tuits repetidos una y otra vez, la claca permanente de algunas cuentas, si debía hacer RT de todo y agradecer todo, etc… Hasta mi blog me aburría. Personal branding… Sólo escribirlo ya me daba pereza. Me empezaron a sobrar hashtags por todas partes. Empecé a ver humo, mucho humo. Cazadores de followers. Muchas ganas del “y yo más”. Gente que se quiere mucho, tal vez demasiado.

Hoy

Hoy puedo afirmar que, la mayoría del tiempo, Twitter me aburre. Me aburre tanto ego, tantas ganas de aparentar. Me aburren los gurús de tres al cuarto que creen ser realmente ídolos de masas. ¿Os imagináis a Messi o CR7 escribiendo algunas imbecilidades con delirios de grandeza como las que me encuentro por Twitter? Yo no. Las redes sociales deberían molar. Deberían ser un foro en el que compartir y, porque no, echarnos unas risas. Vaya, como los encuentros personales de toda la vida.

Con el rollo de la construcción de la marca personal ya no sé si estamos en la galería de los horrores o en Twitter. “Diseña la cabecera insuperable para tu perfil de Twitter”, “20 tipos de avatares que lo petan en Twitter”, “Las 10 normas para tener una buena bio en Twitter”, “Cómo crear tuits interesantes”, “Guía práctica para convertirte en un influencer”. Y así, hasta el infinito.

¿Y qué hago?

Pues, obviamente, pasearme menos por allí. Aplaudir menos a la gente que, con su nivel de ego, no lo necesita. Dejar de seguir a aquellos que han convertido sus cuentas en un robot (gracias al “fantástico” consejo de tuitear todo el día para llegar a toda tu audiencia #ironia). Incluso he intentado hablar con alguno por DM pero, por supuesto, no te contestan. Curioso que, cuando dejo de seguirlos, su unfollow llega en menos de un día. Vaya, no te puedo contestar el DM pero si sé quien eres y ya no me interesas (pero este tema da para otro post). Si no les aplaudes, no eres de su interés. Confieso que estoy un pelín desinhibido y, en algunas ocasiones, respondo con una crítica a algunos tuits que leo (por suerte, todavía me cuesta un poco hacerlo).

Os cuento un secreto

Ya que me estoy sincerando, os voy a contar un secreto. Para calmar la mala leche que me entra con tanto postureo #socialmedia, me dedico a hacer capturas de pantalla y compartirlas con David Martínez, un gran amigo con el que echar unas buenas risas está garantizado.

Conclusiones (las mías, por supuesto)

Pues que deberíamos mirarnos el ombligo un poquito menos. Que no somos tan importantes. Que tal vez si tuviéramos un ataque de franqueza y dejáramos de seguir a aquellos que aportan 0 a nuestro TL sería mejor (sí, tendríamos menos followers). Y si alguien no quiere mirárselo, pues me parece maravilloso. Cuatro años después, creo que los usuarios nos estamos cargando Twitter. Ahora, a seguir hablando todos a la vez y, por supuesto, a no dejar de aplaudir lo que dicen los gurús.

Deixa un comentari

Fill in your details below or click an icon to log in:

WordPress.com Logo

Esteu comentant fent servir el compte WordPress.com. Log Out /  Canvia )

Facebook photo

Esteu comentant fent servir el compte Facebook. Log Out /  Canvia )

S'està connectant a %s