Vivir se ha convertido, para muchos de nosotros, en un carrera de obstáculos permanente. Conforme van apareciendo las dificultades, te vas convirtiendo, poco a poco, en experto del salto de obstáculos. Por supuesto, y como en toda fase de aprendizaje, te caes varias veces hasta que consigues depurar tu técnica, hasta que consigues ser un saltador profesional.Esto es, como casi todo en la vida, una prueba de esfuerzo y superación constante. Se basa en categorías, divisiones, niveles de dificultad…
Como si se tratara de un videojuego, cuando por fin conviertes a tu personaje en ese profesional imbatible del salto de obstáculos, “asciendes de nivel de dificultad” y los obstáculos pasan a ser mayores. Sin tiempo para pensar que tal vez cuando consigas superar ese nuevo reto vengan dificultades todavía mayores, empiezas el aprendizaje de este nuevo nivel. De nuevo, se suceden los golpes y las caídas hasta que, otra vez, alcanzas el nuevo estatus…
La partida continúa y te llegas a plantear si llegará ese obstáculo que no puedas superar por mucho que mejores tu técnica o que tu entrenamiento avance. En ese momento, el miedo se hace dueño de ti, de tus emociones y de tu vida… Miras tus rodillas, tus brazos, tus manos… Las muestras del desgaste son visibles en todo cuerpo… Incluso en tu corazón y en tus ganas de seguir saltando.
Después de recibir varios golpes, todos ellos de diferente intensidad, he decidido que no quiero seguir jugando. No me gusta este juego. No quiero alcanzar el nivel “6 estrellas”. He descubierto que no se trata de saltar más alto. Da igual lo mucho que lo hagas, siempre aparecerá un obstáculo mayor. ¿Y si en vez de intentar saltar los obstáculos, los elimino de mi camino? Pues sí, la decisión está tomada, voy a ir de frente, con fuerza y decisión. Tengo claro que cada paso debe ser firme. Mi lucha, más que nunca, debe estar enfocada a eliminar esos muros, a hacer de mi vida un viaje más agradable, a no ponerme piedras en el camino a mi mismo…
Está claro que la vida está llena de dificultades y que muchos problemas vienen solos pero estoy convencido de que, muchas veces, los atraemos con nuestro comportamiento. Convertir nuestra vida en una competición con no sé que fin nos ha llevado donde estamos ahora. Probablemente, me costará más administrar mi vida para que el camino sea más llano pero, a la larga, mi yo más interno me lo agradecerá. De eso, estoy seguro…
Siempre es una agradable noticia recibir un aviso de un nuevo post tuyo…
Sobre éste último, ánimo y espero que lo consigas. A veces, el secreto para saltar más alto no radica en darnos más impulso sinó en plantearnos cómo estamos saltando. Leyendo tu post no he podido evitar pensar en Dick Fosbury (http://ca.wikipedia.org/wiki/Dick_Fosbury) … Como ves, yo continúo intentando saltar…
M'agradaM'agrada
Toda la razón! De hecho, no recordaba a Dick Fosbury… Al final, se trata de darle la vuelta a la forma en la que enfocamos las situaciones. 😉
M'agradaM'agrada
Llegit!
Jo al final he assumit que no és qüestió de “saltar” sino de tirar el mur a terra. Rodejar-lo no serveix (perquè tot acaba tornant) i em nego a quedar-me davant el mur mirant-me’l perquè no sé què fer amb ell.
Al principi m’ho plantejava tot com si “escalés” una muntanya i cada cop que tot semblava a lloc, era una planura… però a la mínima que em descuidava, mirava amunt i hi continuava havent-hi muntanya.
Metàfores a part, la qüestió és no rendir-se mai! 🙂
M'agradaM'agrada
Exacte! “La qüestió és no rendir-se mai”! Aquesta és la qüestió i, a la vegada, l’actitud que hem de tenir! 😉
M'agradaM'agrada
Llegar a lo más simple es una victoria porque no puede haber nada que lo supere.
M'agradaM'agrada
Lo suscribo al 100%! Con demasiada frecuencia nos perdemos en un círculo infinito…
M'agradaM'agrada